miércoles, 24 de agosto de 2011

Por qué la imitación es una estrategia de perdedores en el mundo de los negocios





La imitación se ha hecho omnipresente en todo tipo de productos, desde la ropa y los complementos al software. Las empresas que juegan a ser una “copia” de otras grandes marcas intentan hacer creer al consumidor que son lo mismo que las compañías a las que imitan, pero en realidad pocas veces lo consiguen.
“Podemos hacer todo lo que hace la competencia”. Éste parece ser el lema de las marcas que enarbolan la bandera de la imitación.

En el mundo de los negocios es necesario seguir de cerca los movimientos de la competencia, pero ello no significa que haya que imitarla, subraya Dave Brock en The Social Customer.

Lo cierto es que en ocasiones el imitador gana la batalla al competidor, generalmente ofreciendo el mismo producto a un precio más económico. No obstante, las marcas que basan su estrategia única y exclusivamente en la imitación de la competencia, son también completamente dependientes de las empresas a las que imitan. Al fin y al cabo, son éstas últimas las sienten las reglas de la competencia.

Los consumidores necesitan algo más imitadores. Necesitan innovadores, líderes. A menudo, cuando el cliente sucumbe al argumento de “mismo producto, pero más barato”, termina sintiéndose estafado. Y se siente así porque las empresas que ofertan este tipo de productos no pueden realmente resolver sus problemas ni ofrecer liderazgo.

El secreto para triunfar en el mundo de los negocios no es copiar, sino innovar, mejorar, moverse constantemente hacia delante y diferenciarse de la competencia. Las marcas líderes observan, analizan y comprenden las estrategias de sus competidores, pero no les imitan.

La imitación es fácil. Cualquiera puede copiar cualquier cosa, pero eso no significa ser capaz de resolver los problemas del cliente. Las marcas líderes escuchan al cliente, entienden sus necesidades y resuelven sus problemas. A la larga, son estas marcas y no sus imitadoras las que logran imponerse en el mercado, concluye Brock.